“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”




Ante el terremoto ocurrido hace una semana y el inicio de clases que ahora nos convoca, hay una pregunta que nos apremia: ¿Cómo volver a la Universidad en medio de esta catástrofe? El terremoto no deja de ser noticia, y tampoco nosotros lo queremos olvidar ni tapar entre libros y cuadernos, entre trabajos y exámenes. Queremos vivir una unidad de nosotros mismos, aceptando a la vez, con realismo, el drama del terremoto y la realidad de la universidad: no queremos que nuestro ambiente sea un mundo aparte, sino que éste nos introduzca a la realidad. La universidad es el primer lugar donde vivir el golpe del terremoto: mirando a los compañeros y los profesores que sufren, extrañando los rostros de los que no volverán.

Desde ahí podemos mirar al país, mirar esta herida abierta. La indiferencia se nos hace imposible. Es un reinicio diferente, habrá una mirada diferente. Hoy apreciamos más la vida que tenemos, los rostros de los amigos.

¿Cómo tener en cuenta todo sin que las últimas palabras sean “tragedia” e “impotencia”? ¿Desde dónde podemos decir que - frente a todo lo que hemos vivido estos días- la vida no es sencillamente una tragedia? Nos apremia la necesidad de certeza y paz verdadera, que no tiene nada que ver con una tranquilidad cómoda y burguesa.

¿Y de dónde puede venir la energía y el realismo necesarios para vivir esta situación? El hombre necesita algo más que buenas intenciones. Necesita de una fuerza más grande que la suya, una inteligencia abierta a toda la realidad. ¡La compañía de Cristo es el lugar donde reside esa fuerza!
Cristo es Dios mismo que se ha revelado. Es la Verdad hecha compañía humana, que no se ha ido, dejando al hombre en la soledad. No. Él ha prometido quedarse con nosotros. En Su compañía, el hombre puede lanzarse sin miedo y sin vacilación a la aventura de la vida, incluso en momentos tan duros como estos.

Nosotros volvemos a la universidad, en medio de este desastre, con este deseo de justicia y de paz, porque en la comunidad cristiana se cumple la promesa de Aquel hombre, Cristo: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

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