Entre paros y movilizaciones: Por una revolución dentro de la sala de clases

Me ha vuelto a la memoria muchas veces durante estos días esa frase de Kafka que enfatiza que no hay ley que pueda resistir frente al hombre que quiere vivir. Cuando escucho decir que todo el problema de la educación depende de unas leyes, de una nueva institucionalidad para la educación, algo en mí se rebela, no lo acepta. Es como si, en última instancia, educar fuera más bien la construcción de un sistema. Así nos encontramos en medio de una gran cantidad de profesores manifestándose justamente porque hay severas falencias e injusticias en nuestro sistema educativo, pero es como si no nos diéramos cuenta de que lo que falta es una idéntica intensidad en la lucha diaria. Porque, precisamente, una verdadera educación depende en gran parte de nosotros los profesores. Así nos hacen esperar mucho más de lo que puede surgir de unos días de salir a las calles que de cientos de días dentro de las salas de clases, que parecen sólo una rutina. Urge más que la revolución se produzca dentro del trabajo, en su normalidad, en sus obligaciones banales, en cómo tratamos lo que nos toca hacer –desde escuchar a un alumno, enseñar una materia hasta poner las notas. Una ley solamente puede dar las buenas condiciones –y debe hacerlo–pero cómo se mueve cada educador, cómo trata lo que encuentra no puede ser determinado ni por la más grande ni perfecta ley.
La pasión, el amor que pongamos en la lucha educativa diaria es, más definitiva, que cualquier otro factor, porque para cambiar la historia los primeros en cambiar debemos ser nosotros porque "no hay sobre el mundo nada tan bello como la conquista de las almas". Como escribía Gabriela Mistral a sus alumnas en 1916: "Yo espero mucho de ustedes. Sé que no se perderá ni un granito de la simiente que en ustedes se gastó y se gasta. No se descorazonen. Ustedes son inteligentes y fervorosas, eso que para mí es la fuente de las más altas cosas: el fervor, la pasión, pero en el puro sentido de esta palabra. Sin vanidad, créanse siempre destinadas a profundas misiones. Me darán la ilusión de que tuve hijas, de que no pasé por el mundo en vano…"
Realmente, lo que hace falta es una pasión educativa así…

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