ICARO (pasquín)



“Las crisis de la enseñanza no son crisis de la enseñanza; son crisis de vida”

“La crisis de la enseñanza denuncia, anuncia una crisis de vida. O si se quiere las crisis de la vida social se agravan y culminan en crisis de la enseñanza que parecen parciales pero son totales. Cuando una sociedad no puede enseñar es porque tiene miedo de enseñarse a sí misma, es porque no se ama, no se estima”.

Charles Pegüy (1904)

Tantos hechos se han sucedido en estos días, que es imposible no detenerse y mirarlos hasta el fondo: violencia y muerte en el día del joven combatiente, nuevas discusiones entre universitarios sobre la LGE, innumerables discusiones sobre la píldora del día después, acusación constitucional a la Ministra de Educación… Pero, ¿qué nos indican todos estos hechos? Que, realmente, nos encontramos ante una emergencia educativa que atraviesa toda nuestra sociedad. Pero, en el fondo, ¿qué es lo que está en crisis?
Nos quieren hacer creer que la crisis está vinculada con problemas políticos, económicos, administrativos. De esta manera, pareciera que el único cambio posible es un cambio de estructura. Pero cuántas experiencias tenemos de que una vez que cambia la estructura la persona sigue encontrándose ante la misma emergencia y que cualquier sistema hasta el más perfecto sigue, en último término, siendo injusto.
Claramente, cada uno de nosotros a través de estos problemas percibe que su necesidad es grande y totalizante; que cada uno de estos problemas no es sino signo de esa necesidad última. Que el uso de la píldora es solo una consecuencia de una necesidad de afecto más grande; que el problema, entonces, no es la falta de información ni la falta de acceso.
¿Quién dudaría de que los jóvenes saben prácticamente más de métodos preventivos que los adultos? ¿Acaso la calidad de la educación podrá venir solo de una ley o de un cambio de ministro? Es cierto que se necesitan procesos más transparentes y eficientes de administración de los recursos y una política capaz de articular las acciones de los diferentes actores del sistema educativo, pero, en el fondo, la crisis educativa no es una crisis del ministerio: “el núcleo del problema educativo se encuentra más allá de intervenciones legales, de formas de financiamiento o de técnicas pedagógicas, la humanidad se ha acostumbrado a resolver innumerables problemas con los recursos que ofrecen la ciencia y la técnica, pero cuando se llega al corazón de la cultura que es la educación uno se encuentra con una dimensión distinta” (Juan de Dios Vial C.). Es cosa de mirar la violencia como afirmaba Morin “para los jóvenes no hay certezas en el futuro, delante de ellos está la desocupación y nadie, menos la escuela, contesta sus preguntas: ¿por qué vivo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy?”. Por eso, tenemos necesidad de volver a poner estas preguntas y de buscar con todo el compromiso de nuestro ser la respuesta.
Frente a todo esto, puede surgir la tentación de renunciar a la tarea de educar; sin embargo, se hace más clara y consciente su imprescindible importancia. La tarea de educar es la más humana de las aventuras que no se puede correr sino implicando la libertad. La «educación auténtica» consiste en este libre, permanente e incansable diálogo entre la necesidad de encontrar el sentido de la vida que urge, incluso inconscientemente, en el joven y la hipótesis de respuesta que el adulto encarna. La educación es el encuentro entre dos libertades…
Es un riesgo necesario el de educar.


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